jueves, 11 de marzo de 2010

Ready.

Salí de mi casa después de horas de arreglarme para verme igual que todos los días. Para que me vean igual que todos los días. Eligiendo la ropa, peleando con mi flequillo, buscando monedas. Me miré al espejo del ascensor y pensé en que estaba bien. Casi me felicité. "Seguro lo va a notar". Tragué saliva.

Apenas me fui de la casa una oleada de viento me subió la pollerá y me empecé a preguntar si no sería un poco corta. Mientras caminaba mis pies blancos se iban llenando de polvo y mugre, y sentí que lo mejor habría sido ponerme un par de zapatillas. Bajé al subte y el calor me invadió las ideas. La angustia me consumió y mis nervios perdieron la cordura. Transpiré y sentí que todo el perfume se evaporaba de mi piel. Casi lagrimeando salí del vagón y arrastrando los pies me dirigí a mi salida.

Entonces me vi en ese espejo (Que no se a quien se le ocurrió poner en ese lugar!) y vi la misma imagen que había visto hace unos minutos en mi ascensor. Claro que mi mirada estaba más desesperada y triste. Claro que no pude evitar reir. Claro que respiré hondo y las escaleras mecánicas me elevaron a mi y a mi autoestima a la geósfera.

La misma chica que tragó saliva y abrió la puerta de su casa caminaba más decidida por Bolivar y Alsina.

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